domingo, 13 de marzo de 2016

LAS CONSECUENCIAS DEL ACTO SEXUAL, PERO...






El hombre puede controlar en buena medida las consecuencias del acto sexual, pero nunca podrá controlar el desgarro sentimental que conlleva la utilización del sexo como mera búsqueda del placer y la utilización del otro como objeto.

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         Como he dicho anteriormente, todo acto humano tiene una repercusión –en nosotros o en nuestros semejantes–, tanto en el plano moral como en el afectivo y en el físico.  
                    
         Cuando las consecuencias de nuestros actos no son de nuestro agrado, tratamos de solventarlas lo mejor posible.  En el aspecto moral, solemos acallar nuestra conciencia engañándonos con argumentos poco consistentes pero que nos sirven en un primer momento: "Todo el mundo lo hace", "quién se va a enterar"… O mentimos para evadirnos de situaciones engorrosas que no queremos asumir.

         Por su parte, los efectos de los actos puramente físicos son ineludibles: siempre se cumplen las leyes de la biología. El abuso del alcohol, por ejemplo, actúa de una manera determinada en nuestro organismo, independientemente de los motivos que lleven a beber más de la cuenta. Que haya tantos chascarrillos sobre la cuestión del beber no quita dramatismo a sus penosas consecuencias. Pero puede hacer sonreír alguno de ellos:

Iba un buen hombre con alguna copa de más dando tumbos. Un vecino que se cruzó con él le grito:
–¡Qué buena tajá llevas!
A lo que el otro le respondió:
–Pues verás cómo mi mujer le pone pegas.
        
         No es mi intención hablar ahora de la sexualidad, pero sí de las consecuencias de la trivialización del sexo. El problema no es fácil, pues los medios de comunicación y el ambiente no parecen estar por la labor de presentar unas actitudes ante el sexo que no sean "políticamente correctas". La búsqueda irresponsable del placer y la falta de valores propician esta situación. Es como si se tratara de despertar en el hombre y la mujer sus más bajos instintos y luego hacer negocios con sus debilidades y obsesiones: venteo la hoguera que todos llevamos dentro, y después vendo crema para las quemaduras.

         A continuación reproduzco una carta de un buen amigo que resume esta situación.
        
El tanque

Leo atónito que el aborto es la principal causa de mortalidad en España y me pregunto: ¿No decían los "entendidos" que el problema estaba en la falta de información de los adolescentes? ¿No nos aseguraban que el preservativo promocionaría una relación sexual segura?
Ante la evidencia –promiscuidad sexual, píldora del día siguiente, abortos, etc.– cabe preguntarse: ¿Es esta la solución al problema?
Se ve que han animado a nuestra juventud a que vayan a la "guerra", asegurándoles que si se compran un "tanque" no les pasará nada; y como todos sabemos, en la guerra siempre hay bajas: a los datos me remito.
El panorama es desolador. Esto sí, los de los "tanques" se "están poniendo las botas".

         Y un último apunte. Creo que en este tema la mujer tiene mucho que decir. En la actualidad hay mujeres que no se hacen respetar, y en nombre de la libertad y de una modernidad mal entendida, utilizan su feminidad como mera atracción, sin darse cuenta de que muchos hombres ya no las ven como mujer, sino como simple objeto de placer. Cuando en una sociedad, en una familia, la mujer pierde el norte, esa sociedad y esa familia están abocadas al fracaso.


sábado, 24 de octubre de 2015

NO SON LAS CIRCUNSTANCIAS LAS QUE TIENEN QUE CAMBIAR...





No son las circunstancias las que tienen que cambiar para que haya una mejora: es la persona la que debe luchar para que cambien las circunstancias o para saber afrontarlas con sinceridad y valentía.

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         ¡Qué mala suerte la mía, no doy una a derechas! Quizás hayamos oído o repetido en más de una ocasión esta expresión. No siempre las cosas salen a nuestro gusto y todos tenemos la experiencia de haber pasado, o de estar pasando por situaciones difíciles.
          
         Si nuestro sistema inmunológico está bajo de defensas, cualquier enfermedad puede convertirse en una situación de riesgo. Igual ocurre en nuestro estado anímico. Si somos personas con poco espíritu, ante el más mínimo problema nos hundiremos. Y, –como sabemos por experiencia–, los problemas y las dificultades nos acompañan a lo largo de nuestra existencia, de modo que el hundimiento puede llegar a ser total.

         Si por el contrario tenemos la capacidad de reflexionar ante situaciones adversas –de ver los pros y los contras– y de afrontar con fortaleza los problemas que se nos presentan, no cabe duda de que habrá una mejora y se convertirán en retos personales. A veces los problemas no tienen solución, y un problema que no tiene solución no es un problema: es otra cosa.

         Y si tenemos un mínimo de sentido común y de humildad recurriremos a una persona de criterio que pueda aconsejar, teniendo claro que la decisión y la responsabilidad es siempre personal. Pero si una especie de tonta soberbia nos impide pedir ayuda, como si fuéramos poco menos que superhombres, al final nos vendrán bien estos versos de Bécquer:

 Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

SI NO CONOCEMOS LA NATURALEZA DEL HOMBRE, DIFÍCILMENTE ALCANZAREMOS LA FELICIDAD




Si no conocemos la naturaleza del hombre, difícilmente alcanzaremos la felicidad

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         Todo lo creado tiene las limitaciones propia de su naturaleza, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es la esencia y propiedad características de cada ser.

         Si manejamos un objeto cerámico, tendremos que tener en cuenta su fragilidad; de lo contrario, casi sin darnos cuenta le podemos dar un golpe y romperlo.

Hay leyes físicas que afectan a la materia: si yo tomo en mis manos una piedra y la suelto, es inevitable que por la fuerza de la gravedad acabe en el suelo. Hay leyes biológicas que afectan a los seres vivos: las plantas, por ejemplo, que abren sus pétalos a la luz del sol. Y hay leyes morales que solo afectan al hombre: si yo le robo la cartera a un semejante, estoy cometiendo una inmoralidad y le perjudico.

         Ni la materia ni los seres vivos tienen capacidad para incumplir las leyes propias de su naturaleza. Solo el hombre, que es libre, puede actuar en contra de la ley moral. Pero las consecuencias de esta decisión afectan no solamente al que comete la inmoralidad, sino a sus semejantes. El hecho de ser un mal padre de familia o un mal hijo repercute en quienes le rodean.

         Ni que decir tiene que estas leyes morales no atentan contra nuestra libertad ni contra nuestra razón: todo lo contrario, las potencian.

         En El Principito se relata la visita que hace al asteroide 325, habitado por un rey. Transcribo una de las conversaciones.

El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.
–Señor –le dijo–, perdóneme si le pregunto...
–Te ordeno que me preguntes –se apresuró a decir el rey.
–Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?
–Sobre todo –contestó el rey con gran ingenuidad.
–¿Sobre todo?
El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.
–¿Sobre todo eso? –volvió a preguntar el principito.
–Sobre todo eso. . . –respondió el rey.
No era solo un monarca absoluto, era, además, un monarca universal.
–¿Y las estrellas le obedecen?
–¡Naturalmente! –le dijo el rey–. Y obedecen en seguida, pues yo no tolero la indisciplina.
Un poder semejante dejó maravillado al principito. Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
–Me gustaría ver una puesta de sol... Déme ese gusto... Ordénele al sol que se ponga...
–Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?
–La culpa sería de usted –le dijo el principito con firmeza.
–Exactamente. Solo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar –continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables. 

         Creo que estas últimas líneas explican claramente que las leyes morales impresas por Dios en nuestra alma, nos ayudan a alcanzar la felicidad en nuestro planeta tierra.
         


domingo, 23 de agosto de 2015

EL HOMBRE HA SIDO CREADO PARA LA FELICIDAD





El hombre ha sido creado para la felicidad y cuando no la tiene busca el sucedáneo de placeres superficiales y pasajeros.

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         Todos tendemos a la felicidad, nadie quiere ser un desgraciado; es más, el que se quita la vida busca –equivocadamente– la felicidad huyendo del problema que le obsesiona.

         Ahora que estás leyendo, seguro que te encuentras sentado en una posición cómoda, y que procuras evitar todo lo que te moleste para hacer una lectura atenta y reflexiva.

         No cabe duda de que las situaciones idílicas solo se dan en nuestra imaginación. El hecho de saber que todo tiene un final, nos impide frecuentemente disfrutar del presente; todos hemos oído o repetido esta frase: "Qué poco dura lo bueno". Por lo tanto, uno puede llegar a la conclusión de que toda felicidad que se acaba no es verdadera felicidad, de ahí que solo la felicidad eterna –para siempre– llenaría el corazón del hombre.

Se cuenta que un niño pequeño se estaba comiendo un enorme pastel mientras lloraba. Un hombre que contemplaba la escena, le pregunta:
–Niño, ¿por qué lloras?
A lo que le respondió el pequeño:
–Porque se me acaba el pastel.
        
         Pero nos tenemos que conformar con esa felicidad pasajera; de hecho, cuando el hombre no es capaz de asumir esa situación, cae en la desesperanza, el pesimismo y la tristeza. Incluso llega a pensar que una vida –en la que los problemas están a la vuelta de la esquina– no merece ser vivida, y que la felicidad siempre está en la casa de enfrente.

Otra anécdota:

Un hombre de negocios observaba desde la ventanilla del avión a un agricultor que estaba inmerso en sus labores.
–Qué suerte tienen algunas personas: míralo, qué paz y tranquilidad se tiene que respirar ahí abajo, en medio del campo, sin agobios, sin que nadie te presione con el cumplimiento de objetivos, y sin tener que estar toda la semana de un sitio para otro. Qué envidia.
Al ruido de los motores del avión, el agricultor levantó la vista, y limpiándose el sudor de su frente dijo:
–Míralos cómo disfrutan. Quién fuera un hombre de empresa, todos los días de un sitio para otro, sin pasar calor; y seguro que todo va por cuenta de la empresa. Así cualquiera. Qué envidia.


miércoles, 22 de julio de 2015

LAS HERIDAS SE CIERRAN DESDE DENTRO HACIA FUERA.





Las heridas se cierran desde dentro hacia fuera. Ante cualquier problema, o vamos a la raíz o lo estaremos cerrando en falso. No obstante hay veces que no es fácil, y por prudencia hay que poner "paños calientes", pero sin olvidar dónde está realmente el problema.

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         Los que han tenido una fístula saben que las heridas se cierran de adentro hacia afuera. El proceso es molesto y doloroso, pues se introducen en el absceso unas gasas que impiden que las paredes de la herida entren en contacto y se cierre en falso.

         Todos tenemos experiencia. Cuántos problemas personales hemos dejado sin resolver bien: por cobardía, por miedo, por falta de criterio para afrontar su solución. Las consecuencias son palpables: intranquilidad, insegu­ri­dad, mala conciencia… y acabamos perdiendo la paz. Cre­ía­mos que el tiempo –que dicen que lo cura todo–, cerraría esa etapa de nuestra vida arrinco­nando el problema en el trastero de nuestra conciencia.

         Se trata, simplemente, de arrancar con valentía y decisión el egoísmo o el miedo que nos impiden llegar a la raíz.

         Cuando no se actúa así se puede acabar en los tribunales. Pero la ley carece de sentimientos, y solo tiene dos platillos, fríos e irreconciliables: cuando uno sube, el otro baja. Y lo peor es que esa balanza la pone en movimiento el hombre.

viernes, 26 de junio de 2015

LO IMPORTANTE DEL TRABAJO ES EL SERVICIO





Lo importante del trabajo es el servicio. Ser útil a los demás es lo que puede hacer que el trabajo –cualquier tipo de trabajo nos haga felices.

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         ¿Cuántos años llevas trabajando? Seguro que muchos, y seguro que aún te quedan unos cuantos años más. Y no te preocupes, que el trabajo –como servicio– terminará el día que nos muramos.

         No sé a qué te dedicas, pero te puedo asegurar que ese trabajo que realizas tiene una grandísima repercusión en tus semejantes.

         Ni que decir tiene que no siempre nuestro trabajo profesional cubre las expectativas, y que hay muchas circunstancias que podrían dar al traste con nuestros deseos de servicio. Pero superar estos obstáculos –como hay que superar todos los que conlleva la condición humana: la pereza, la desidia, la superficialidad, la chapuza y un largo etc.–, será lo que dignifique tantos años de labor profesional. Hay que tener en cuenta que tan importante es lo que hacemos –hoy y ahora– como lo que dejemos hecho cuando nos pidan la cuchara.

         Me viene a la cabeza esta anécdota:

El capitán de una compañía llama urgentemente al sargento y le da la siguiente orden:
–Se ha interceptado una emisión del enemigo y piensan atacarnos mañana a las nueve de la mañana. Por tanto, caven una trinchera de cincuenta metros de larga, un metro y medio de ancha y dos metros y medio de profundidad.
–¡A la orden, mi capitán!
El sargento se dirige rápidamente a la compañía y transmite la orden al cabo, que después de pensar unos segundos, le comenta al sargento:
–Mi sargento, ¿y por qué no atacamos nosotros y son ellos los que caven la trinchera?

         Qué alegría si a fin de mes apareciera en nuestra nómina, además del sueldo, las sonrisas y el agradecimiento de todas aquellas personas que han visto y palpado en nuestra labor profesional un servicio que de seguro no tiene precio.

         No quiero cerrar esta reflexión sin hacer mención a la única profesión que carece de un convenio laboral que regule su jornada, sus vacaciones e incluso su retribución económica. Me refiero –y creo que ya lo has intuido– al trabajo en el hogar. Gracias a nuestras madres y esposas las casas se convierten en hogares, y su trabajo en un servicio generoso.  

lunes, 15 de junio de 2015

NUESTRAS ACCIONES TIENEN QUE ESTAR LIMPIAS DE TODA VANIDAD




Nuestras acciones tienen que estar limpias de toda vanidad, de todo egoísmo, de todo amor propio, de todo apegamiento malo.

La sencillez y la naturalidad embellecen al ser humano.

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         No sé si te ocurre, pero tenemos un defecto muy común, que es el de hacer comparaciones. Estamos continuamente comparándonos con las personas que nos rodean: nuestro aspecto externo, nuestra inteligencia, nuestra forma de hacer las cosas, y un largo etc. Y construimos en nuestro interior imágenes que nos llevan a enjuiciar y a encasillar a nuestros semejantes. Aunque no pocas veces, cuando los tratamos de cerca, comprendemos que esas imágenes eran falsas.

         El ser humano es camaleónico: nuestro color no refleja limpiamente lo que sentimos ni nuestra verdadera personalidad. La astucia y la vanidad enmascaran los sentimientos y representamos la partitura que a nuestro interlocutor le gustaría escuchar.

         Pero no es raro que encontremos personas que nos caen bien desde un primer momento, pues actú­an con naturalidad. Si volvemos a acudir al Diccionario de la Real Academia de la Lengua leemos esta definición: Espontaneidad y sencillez en el trato y modo de proceder.

         Las personas sencillas tienen una característica que es la generosidad. Hacen las cosas con espíritu de servicio y sin esperar compensaciones. Son almas generosas.

         La vanidad es un defecto difícil de erradicar, pues todos en el fondo traemos ese ramalazo de fábrica. De modo que tendremos que estar pendientes de nuestras actuaciones y preguntarnos cuál es la auténtica motivación de lo que hacemos.

Cuentan que un día, al visitar Napoleón una biblioteca famosa, trató de coger un libro que estaba fuera de su alcance en un estante muy alto. El Mariscal Monrey, uno de los hombres más gigantescos de su época, acudió presuroso:
–Permítame ayudarle, majestad, yo soy más grande.
Indignado, Napoleón lo corrigió:
–Usted no es más grande, usted es más alto.

Y termino con un chiste:

–¿Sabes, cuál es el colmo de un vanidoso?

–Que su juego favorito sea el yo-yo.